Cuando la universidad aprenda a mirar con el corazón.
Querido futuro compañero:
Cuando llegues a la universidad, ojalá descubras que aprendió a mirar con el corazón, que ya no es un desierto vacío, sino un universo lleno de planetas, como los que recorrió el Principito. Cada planeta guarda algo distinto: uno enseña a valorar la diversidad, otro a respetar los distintos ritmos y otro a escuchar las voces de culturas que vienen de lejos.
La diversidad aquí es como las estrellas, parecen iguales desde lejos, pero si mirás con atención, cada una brilla de manera única. Así también somos los estudiantes, distintos en historias, en formas de aprender, en sueños. Y todos merecemos un lugar en el cielo de la universidad.
Las necesidades educativas especiales ya no se ven como una “falla” en el motor de un avión, sino como la oportunidad de usar herramientas diferentes para que el vuelo sea posible. La universidad aprendió que no importa el obstáculo, sino cómo responde para que cada viajero llegue a destino.
La interculturalidad es como cuando el Principito conoció al farolero o al rey: cada uno venía de un mundo diferente, con su idioma y costumbres. En la universidad pasa lo mismo, los que llegan de lejos no deben ser obligados a encajar a la fuerza sino recibidos con respeto y curiosidad, como alguien que trae un tesoro escondido.
Antes se hablaba de integración, que era como poner todas las flores en el mismo jarrón sin cuidarlas. Hoy hablamos de inclusión, que es regar a cada flor según lo que necesita, como hacía el Principito con su rosa porque no alcanza con “estar” lo importante es pertenecer de verdad.
Los docentes aprendieron a ser como el zorro que pidió ser domesticado, se acercan despacio, con paciencia y descubren lo esencial en cada estudiante. Enseñar no es repetir lo mismo para todos sino encontrar el ritmo justo para que nadie quede atrás.
Sé que aún hay prejuicios, como baobabs que crecen y amenazan con romper el planeta. Pero la universidad está aprendiendo a arrancarlos a tiempo, sembrando en su lugar respeto, empatía y solidaridad.
Y cuando alces la vista y mires todo el camino recorrido, vas a entender que, como dijo el Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Lo esencial de la universidad no son los títulos ni los exámenes sino la certeza de que fuiste valorado por lo que sos y acompañado para llegar hasta donde soñabas.
Ese día podremos decir que la universidad al fin, aprendió a mirar con el corazón.
Un afectuoso abrazo.
Estudiantes que creen en la inclusión, Maca y Marie.